Ruta 33 Día 1: Valle Sagrado

El día anterior salimos de Chicago a las 9:18am con Copa Airlines. Hicimos una escala de una hora 45 minutos en la Ciudad de Panamá y llegamos a Lima a las 7:15 de la noche. El proceso de desembarcar, pasar migración y recoger la maleta nos cogió más de una hora. Esa noche nos quedamos en el hotel Sunset Hostel Airport que está muy cerca del aeropuerto. Se puede llegar caminando pero como ya era de noche decidimos mejor pedir un Uber. El cuarto era bastante sencillo, nada de lujos, pero era justo lo que necesitamos para pasar una noche. El señor que atiende el hotel nos hizo el favor de ordenarnos por teléfono pollo frito con papas porque estábamos con hambre y los restaurantes cercanos al hotel ya estaban cerrados. En la recepción venden cervezas y me compré una cerveza Cusqueña para acompañar la comida. Nos acostamos casi a las 11pm y solo dormimos unas pocas horas.

A las 3:30am sonó la alarma, nuestro vuelo a Cusco salía a las 5:45am. El vuelo fue bastante tranquilo y a las 7:10am ya estábamos aterrizando en el Aeropuerto Internacional Alejandro Velasco Astete. Alex, el guía que habíamos contratado, nos estaba esperando afuera del aeropuerto con una pancarta con el nombre de su compañía GreaTours Perú. Nos montamos en el carro con Alex y comenzamos nuestro primer día recorriendo el Valle Sagrado.

Nuestra primera parada en el Valle Sagrado fue al colorido y ancestral pueblo de Chinchero, que se encuentra a unos 28 kms de la ciudad de Cusco. Se trata de un lugar donde aún se puede sentir y apreciar la cultura inca no solo a través de la conservación de sus costumbres, sino también por su impresionante arqueología y su artesanía. Nos estacionamos en la parte de abajo del pueblito y comenzamos a subir por sus pequeñas calles.

En nuestro caminar pasamos por un calle donde había una especie de mercado. Allí vimos personas utilizando la vestimenta de tradicional de esta región del país. Mientras caminábamos íbamos observando los detalles arquitectónicos del pueblo, las calles empedradas y las singulares puertas de colores de las casitas. Tras cerca de 15 minutos de caminata llegamos al Centro Arqueológico de Chichero.

Chinchero fue un importante centro agrícola y religioso durante el Imperio Inca, según la historia, el emperador inca Túpac Yupanqui eligió Chinchero como su residencia y mandó a construir palacios y terrazas agrícolas en la zona. El sitio es significativo por su combinación de arquitectura inca y colonial, evidenciada en la iglesia construida sobre los cimientos de un antiguo templo inca. Esta fusión de culturas hace de Chinchero un lugar único y de gran valor histórico y cultural.

El parque arqueológico, conformado por caminos prehispánicos, recintos, andenes, canales de agua, huacas, adoratorios, entre otros, se divide en dos grandes sectores: el sector urbano, que se encuentra conformado por un conjunto de habitaciones de tipo residencial y ceremonial para la clase noble, vinculado al mismo tiempo con el pueblo ancestral, que se localizaba en la población actual y el sector agrícola, que corresponde a las terrazas agrícolas.

Nosotros primero fuimos a la iglesia colonial Nuestra Señora de la Natividad pero por ser domingo de ramos estaba cerrada a visitantes por que había misa. Esa iglesia fue construida encima de lo que fue un templo Inca. Esto es algo común que hicieron los conquistadores españoles al llegar a nuestra América, construir templos cristianos encima de templos indígenas para mostrar superioridad y eliminar centros de congregación que no fueran cristianos. En el pueblo de Valladolid en México hicieron lo mismo y construyeron la Parroquia de San Bernardino de Siena encima de una pirámide utilizando las piedras de la misma pirámide.

Entonces nos fuimos a ver las terrazas agrícolas que son impresionantes. Son plataformas sin pendiente que permiten cultivar en terrenos complicados. Por esta razón están en las laderas de las montañas. Este tipo de construcción evita la erosión del suelo. Los incas dedicaron estas terrazas al cultivo de la papa y el maíz. Esto es un vivo ejemplo de la adaptación de los incas al terreno montañoso y muestra la gran habilidad que tenían. Las vistas que teníamos de las terrazas del parque y de las terrazas de las montañas que rodean a Chinchero eran impresionantes. 

Salimos de Chinchero para poner marcha a Moray pero hicimos una parada a mitad de camino en el Mirador MachuQolqa. Desde este mirador tuvimos unas vistas panorámicas del Valle Sagrado, de la cadena montañosa que rodea el valle y de sus nevados. Fue una corta parada para tomar fotos y continuar la ruta.

Moray, que se encuentra a 40 minutos de Chinchero, es un parque arqueológico que alberga un complejo de terrazas en forma circular. Según historiadores, estas construcciones constituían un importante laboratorio agrícola del imperio incaico. Ya que sus andenes están construidos con sus respectivos canales de irrigación y cada una de ellas constituyen un microclima. Lo que llama la atención es la gran diferencia de temperatura media anual entre la parte superior y el fondo de las depresiones, diferencia que llega a tener hasta 15 °C (59 °F).

Al llegar a Moray tuvimos de frente a la más impresionante y mejor conservada de las cuatro terrazas que hay en e lugar. Y es que uno está como en una especie  de mirador desde donde se puede apreciar desde arriba la terraza con sus andenes circulares. Bajamos a ver más de cerca esa terraza y ahí fue cuando pude apreciar más el trabajo hecho por las civilizaciones que trabajaron en ella. Seguimos caminando por el recinto y visitamos dos terrazas adiciones, que estaban en menor estado de conservación. No fuimos a la cuarta terraza porque es la más pequeña y mucho menos impresionante. 

Teníamos hambre y decidimos para a comer en la Plaza de Armas de Maras. En el mismo medio de la plaza había dos señoras vendiendo comida bajo una carpa verde que tenía como nombre Sabores de Maras. Era un solo menú, carne frita, papa hervida, choclo (maíz) y cebolla morada. No fue la mejor comida que comimos en Perú, pero fue una buena experiencia el probar comida preparada por señoras locales de un pueblito. Allí mismo probé la chicha o chicha de jora que es una bebida a base de maíz fermentado. No sabía mala, pero al no estar lo suficientemente fría pues no me encantó. 

Tras el almuerzo nos fuimos a ver las minas de sal del pueblito. Las Salineras de Maras es una amplia zona conformada por cerca de 3 mil pozos de sal natural alimentados por un manantial subterráneo, cuya historia se remonta a hace más de 100 millones de años. En las faldas de la montaña Qaqawiñay o Qori Pujio, muy cerca del lugar, se ubica un manantial que, a través de un riachuelo, transporta el agua salada hasta las pozas. El intenso sol que ilumina la zona durante gran parte del año hace que el agua se evapore, dejando residuos de sal que poco a poco emergen en los pequeños estanques.

El lugar es inmenso, mucho más grande de lo que imaginaba. Y no se recorre ni camina por entre los estanques de sal, solo se ve desde una especie de mirador. La visita fue corta como de media hora. Allí mismo hay tienditas con productos hechos con la sal del lugar. Nosotros compramos una bolsita pequeña de sal de mesa.

El último lugar que teníamos en el itinerario para visitar ese primer día era Ollantaytambo y cuando nos estábamos acercando ya al pueblo decidimos estacionarnos en un terreno vacío a orillas del Río Urubamba para yo volar el dron. Con el dron pude tomar unas fotos brutales del Valle Sagrado con el río y las montañas que lo rodean.

Y por fin llegamos a Ollantaytambo para nuestra última visita del día. Ollantaytambo fue uno de los pueblos más importantes del Valle Sagrado, esto principalmente por ser la ciudad inca más cercana a Machu Picchu. El pueblo de Ollantaytambo es el único pueblo inca que en la actualidad sigue habitado, por lo que se le conoce como la Ciudad Inca viviente. Ollantayatambo sirvió como un punto de acceso al Valle Sagrado, ya que es de paso obligatorio para Machu Picchu, siendo así considerado un punto militar estratégico. Este lugar fue vital en la lucha de los incas contra los españoles en la época de la conquista, pues lograron frenar a la caballería española inundando los campos que estaban alrededor de Ollantaytambo.

Fuimos directo al Complejo Arqueológico de Ollantaytambo que cuenta con una planificación urbana Incaica casi intacta. Entramos al parque y procedimos a subir el grupo de andenes que conforman la Casa Real. Entre la altura y la subida se hacía cansón e hicimos varias paradas en ese subir para recuperar el aliento. 

Llegamos a uno de los últimos andenes de la Casa Real donde se encuentra la Portada Monumental y recinto de las Diez Hornacinas. Aquí vimos un muro que está compuesto por dos lienzos de piedra y que forman una especie de estancia. Al día de hoy, el recinto se encuentra incompleto, pues tan solo podemos encontrar los cimientos, y se debe a que fue derribado en la época de la conquista.

Luego subimos a el Templo del Sol el cual fue destruido casi por completo y sus restos consisten en la pared occidental formada por 6 piedras de pórfido rojo y entre ellos listones que caben con increíble exactitud; algunos de los cuales pesaban 67 toneladas. Las inmóviles partes restantes constituyen un lienzo de piedra que, por su solidez, volumen y forma de ensamblaje, resistió los ataques de los extirpadores de idolatrías y repelió a los saqueadores. No está completo pero sigue siéndo una de las secciones más sorprendentes del complejo.

Terminamos de ver el Templo del Sol y no pudimos seguir recorriendo el parque porque ya estaban cerrando y nos mandaron a bajar. Aunque no bajé sin tomarme una foto con el pueblo de Ollantaytambo a mis espaldas. Las vistas desde el Templo del Sol eran brutales. 

Bajamos y nos fuimos a buscar un restaurante donde cenar antes de coger el tren a Machu Picchu Pueblo. Entramos al restaurante Apu Verónica a comer. Me pedí un lomo saltado que estaba delicioso y una cervecita Cusqueña. El lomo tuvo un costo de 55 soles y la cerveza 11 soles. Luego de la cena nos fuimos a la estación del tren. Esa noche llegamos a Machu Picchu Pueblo, nos dimos unas cervezas y caimos rendidos en la cama.

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