Era ya el último día que teníamos para pasear por la ciudad y como ya era costumbre, regresamos a Sanborns a desayunar. Luego caminamos una cuadra hasta el Paseo de la Reforma porque sabíamos que a las 9:30am comenzaba el Desfile de Navidad Bolo Fest y queríamos verlo. Esa fue la cuarta edición del desfile navideño que se realiza en Paseo de la Reforma. Vimos globos gigantes, bandas, cheerleaders, carrozas y presentaciones musicales. Me gustó que era un evento donde los únicos turistas que vi éramos nosotros, todos eran personas locales que fueron a ver el desfile.
Estuvimos como una hora observando el desfile y nos fuimos en el metro al Zócalo. Aunque ya yo había ido el primer día, Ricardo no había ido y quería verlo. Del Zócalo bajamos por la calle Madero hasta llegar a la Torre Latinoamericana. La Torre Latinoamericana o Torre Latino era el edificio más alto de Latinoamérica cuando se construyó en el 1956, y gracias a sus profundos pilares ha sobrevivido los terremotos del 1985 y 2017.
Nosotros fuimos a la torre porque queríamos subir al mirador que se encuentra en el piso 44. Fuimos directo a la taquilla que se encuentra en el primer piso. La entrada nos costó MX$110 (US$5.75), nos pusieron unas pulseras y tomamos un elevador que en cuestión de segundos nos llevó hasta el piso 44. Desde el mirador se tienen las mejores vistas de la ciudad. Se tiene una vista súper diferente del Palacio de Bellas Artes y del Parque Alameda. En fin, se aprecia todo el Centro Histórico desde una perspectiva totalmente diferente. El ticket del mirador da acceso durante todo el día cuantas veces se quiera visitar, así que es muy buena opción para subir de día y luego de noche. Yo no tuve tiempo suficiente para regresar a la noche.
Aún me quedaba un lugar por visitar, el Museo Soumaya, y para llegar a él cogimos un Uber. El museo tiene una forma muy curiosa que yo nunca antes había visto, tiene seis pisos y el exterior está revestido por 16,000 losas hexagonales de aluminio. El Museo Soumaya en una institución privada creada por el billonario mexicano Carlos Slim. Abrió sus puertas en el 1994 y el nuevo edificio, el cual yo visité, fue inaugurado en el 2011. La entrada es libre de costo para todas las personas los 365 días del año. Actualmente es el museo más visitado en México y cuenta con una colección de más de 66,000 piezas de arte. La mayoría de las piezas son europeas de los siglos XV al XX, pero también hay arte mexicano, reliquias religiosas y documentos y monedas históricas.
Tan pronto entramos al lobby nos encontramos de frente con dos famosas esculturas de Rodin, El Pensador y La Puerta del Infierno. En una de las paredes está el mural Río Juchitán, el cual fue el último mural de Diego Rivera y en las escaleras, La Piedad de Miguel Ángel. Subimos al primer piso y allí vimos la colección de monedas y billetes que iban desde la época del virreinato hasta después de la revolución.
En el segundo nivel vi una de las exposiciones más impresionantes del museo llamada Asia en Marfil. La exposición estaba compuesta por una colección de objetos creados en marfil, seda y piedras preciosas. Me recordaron los diferentes objetos que vi en mi viaje a China el año pasado. El tercer nivel estaba dedicado a los maestros del arte europeo y novohispánico como el Greco, Murillo y Rubens entre otros. El cuarto nivel lo que había eran pinturas paisajistas que iban desde el impresionismo hasta el vanguardismo como Miró y Van Gogh.
En el quinto nivel las obras del pinto francés Maurice de Vlaminck estaban expuestas y algunas de ellas me recordaban las pinturas de Van Gogh por que Vlaminck usaba una técnica muy similar. El sexto y último nivel fue donde pasé la mayor parte del tiempo, las esculturas de Rodin y sus alumnos abundan en esa exhibición juntos a varias esculturas de Dalí. A mi me llama mucho más la atención las esculturas que las pinturas, y si son de Rodín y sus alumnos, mucho más interesante se me hacen.
Salimos del museo, entramos al supermercado Chedraui que está justo al lado del museo y nos compramos varios panes dulces y nos regresamos al hotel en Uber. Dejamos los panes en el cuarto y caminamos hasta el Ángel de la Independencia para que Ricardo lo viera con detenimiento y se tomara fotos. Fuimos a una buena hora ya que era el atardecer y el sol se escondía detrás del ángel. La última cena del viaje la tuvimos esa noche en el restaurante argentino Blah Blah que estaba frente al hotel.
Así pusimos punto final a unas mini vacaciones en la hermosa Ciudad de México. Al siguiente día nuestro vuelo salió a las 11 de la mañana. Hicimos dos escalas, la primera en Guadalajara y luego en Atlanta, aterrizando finalmente en Milwaukee poco después de las 9 de la noche.
Puedes ver el itinerario de los tres días en CDMX pinchando AQUÍ.
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