Sonó la alarma a las 7am, y yo no podía ni abrir los ojos del sueño que tenía, esas dos horas que dormí pasaron muy rápidas. Lo de poner alarma para esa hora era porque personal del hotel pasaría por los cuartos a las 7:30am entregando el desayuno que estaba incluido. Me quedé en la cama hasta que tocaron la puerta. Yo soñaba con huevos revueltos y tocineta (tocino), pero la realidad me golpeó la cabeza cuando, al sentir cantazos en la puerta, abrí y un señor extendió su mano para darme un huevo hervido, un guineo (banana), medio sándwich vegetariano de tomate y pepino con un cartoncito de jugo de mangó. Y es que no recordaba que en India las personas son, en su mayoría, vegetarianas. Las vacas las consideran sagradas, lo cual elimina el consumo de la carne de res. En cuanto al cerdo, es muy sucio para consumirse según los indios. Y tal parece que el pollo y el pescado ni les apetece.
Aunque a través de los días conseguimos pollo, fue en muy pocas ocasiones. Y yo que no como pepino, lo que me comí fue el huevo y el guineo; el jugo ni lo probé porque mis amigos me dijeron que estaba muy dulce. Plan B para poder llenarme la panza, y la de mis amigos, fue buscar un lugar donde desayunar. Tras seguir una recomendación en el internet y más de 20 minutos de caminata, llegamos a un pequeñísimo local llamado Glenz Café & Bakers. En ese pequeño café fue donde único conseguí tocineta en todo el viaje. Mis amigos ordenaron omelets pero como ya yo había consumido la ración de huevo del día, me fui con unos belgian waffles con tocineta y un jugo de china (naranja). Ese primer desayuno del viaje me salió en Rs485 (US$7), algo caro para ser India.
Salimos del café listos para comenzar nuestro primer día en la gran India. Caminamos hasta una calle principal y pedimos un Uber. El tiempo que estuvimos esperando por el Uber se hizo eterno porque los vendedores ambulantes no paraban de acosarnos tratando de vendernos todo tipo de producto, y no aceptan un no por respuesta. Son expertos insistiendo, al punto que incomodan y re-joden la existencia. Nos metimos en una tienda de especias con el fin de esquivar a los vendedores de la calle hasta que el Uber llegó. Nuestra primera visita del día la hicimos a la mezquita Jama Masjid. El Uber nos dejó frente a un camino peatonal que llevaba a la mezquita y al bajarnos del carro tuvimos la primera vista del enorme templo.
Recorrimos el caminito pasando entre niños desnudos, personas pidiendo dinero, basura acumulada a orillas del camino, personas vendiendo todo tipo de cosas y esquivando perros vagabundos. Hasta que de frente tuvimos las escaleras que llevaban a la impresionante mezquita. Jama Masjid se traduce a Mezquita del Viernes y es la mezquita más famosa de Nueva Delhi y la más grande del país. Fue construida entres el 1644 y el 1658 por el arquitecto Shah Jahan, el emperador que construyó el Taj Mahal y el Fuerte Rojo de Delhi. Para poder entrar tuvimos que pagar Rs300, descalzarnos, y como no permiten entrar en pantalones cortos, a tres de nosotros nos amarraron una especie de sábana en la cintura que nos cubría hasta los tobillos.
Tan pronto cruzamos la entrada nos quedamos boquiabiertos con la magnitud del templo y el gran patio interior. Ese patio interior tiene una capacidad para 25,000 personas, así que se podrán imaginar cuán grande es. En el centro del patio hay un estanque artificial donde los feligreses lavaban sus caras, manos y hasta los pies antes de entrar al edificio principal de la mezquita. Ese rito de lavarse el cuerpo representa el ritual del bautizo de los musulmanes.
Entramos al edificio principal de la mezquita y admiramos la hermosa arquitectura del lugar mientras algunos feligreses elevaban sus plegarias. Luego salimos a caminar por el patio y a tomamos varias fotos. La mezquita tiene dos minaretes, que son torres cuya función es facilitar que la máxima cantidad de gente posible oiga cada una de las cinco llamadas diarias a la oración. En un balcón en la cima, el muecín o almuédano realizaba tradicionalmente la llamada a la oración. En la actualidad, se utiliza un megáfono. Y uno de esos minaretes está abierto al público, y hacia allá nos dirigimos.
Compramos el boleto por Rs100 para subir a la torre en la boletería que se encuentra al lado izquierdo de la mezquita y procedimos a caminar hasta la base del minarete. Son 121 escalones los que tuvimos que subir hasta que llegamos a la cima. Desde el minarete pudimos apreciar la grandeza del patio de la mezquita y tuvimos las mejores vistas panorámicas de la ciudad de Delhi y del Fuerte Rojo. No estuvimos mucho tiempo en el minarete porque era casi hora de las oraciones del medio día y había que salir de la mezquita antes de las oraciones porque no permiten turistas durante las oraciones.
Al bajar del minarete nos fuimos directo a la puerta por donde habíamos entrado. Devolvimos las “faldas” que nos habían amarrado a la cintura y nos colocamos los zapatos. Nos regresamos a la calle por el mismo camino peatonal que habíamos llegado a la mezquita. Podíamos ver el Fuerte Rojo al otro lado de la calle, pero la entrada estaba algo retirada, así que caminamos hasta llegar a ella. En la boletería del Fuerte hay ventanillas dedicadas solo para turistas, con filas muchos mas cortas que las filas de los indios. La entrada nos costó Rs550, y lo que nos dieron fue una ficha azul que teníamos que escanear en unas máquinas para poder entrar.
Accedimos al fuerte por la Puerta de Lahore, que es la entrada principal y que nos llevó directo al bazar Chatta Chowk. Chatta Chowk solía ser un bazar donde se vendía seda y joyas para las mujeres de la realeza. Hoy en día este bazar cubierto se encuentra lleno de vendedores de souvenirs. Y para nada son los precios más baratos de Delhi, así que pasamos por el bazar observando los souvenirs pero sin comprar nada. Al final del bazar llegamos al patio interior del Fuerte.
El Fuerte Rojo fue fundado por el emperador Shah Jahan y se tardó unos 10 años en construirlo. Es uno de los monumentos más bonitos de India y en el 2007 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se llama Fuerte Rojo por el color rojizo de la piedra que se utilizó en su construcción. Para la buena suerte cuerpos decapitados de soldados fueron tirados a los cimientos del Fuerte mientras era construido. El Fuerte está rodeado por una muralla de 18 metros (59 pies) de alto.
Tan pronto salimos del bazar tuvimos de frente el edificio Naubat Khana o la Casa del Tambor donde músicos anunciaban la llegada del emperador y otros dignitarios al Diwan-i-Am o Corte de Audiencias Públicas. Ese edificio Diwan-i-Am fue construido con la misma piedra roja del Fuerte y tiene en el centro una plataforma de mármol con un trono donde se sentaba el emperador a saludar a sus invitados y dignatarios. Ese fue uno de los edificios que más me gusto del Fuerte, fue perfecto para retratar la arquitectura típica de la India.
Seguimos recorriendo el interior del Fuerte pasando por otros bonitos edificios de color blanco como el Rang Mahal o Palacio de Colores, el cual originalmente estaba pintado de colores en el interior y el cual fue el más grande de los apartamentos reales. Al lado vimos el Khas Mahal el cual sirvió como apartamento privado del emperador. Debajo del palacio se organizaban peleas de animales, entre leones y elefantes, para entretener a la realeza. El último de los edificios blancos que vimos fue el Diwan-i-Khas o Corte de Audiencias Privadas donde los invitados del emperador le rendían reverencia.
Salimos del Fuerte Rojo y nos fuimos a recorrer la avenida que está perpendicular al fuerte en búsqueda de comida. La avenida estaba en construcción y unas planchas de zinc bloqueaban la vista al otro lado de la calle. No encontrábamos nada y terminamos almorzando en un McDonald’s. Ahí conseguimos “pollo” y aproveché para ordenar un McChicken en combo con papas y refresco por Rs209 (US$3). Cuando terminamos de almorzar caminamos otra vez hasta el Fuerte y frente a la entrada cogimos un Uber que nos llevó hasta Raj Ghat. Pero nos llevó hasta un barrio pobre donde había una vaca comiendo pasto y el conductor me dijo: llegamos a Raj Ghat. Pero el Raj Ghat que queríamos ir era la del memorial a Gandhi, no ese barrio. Tuve que cambiar el destino en la aplicación del Uber por el Raj Ghat correcto.
El Uber nos dejó en la entrada sur, pero estaba cerrada y tuvimos que caminar para entrar por el costado. Raj Ghat es un memorial dedicado a Mahatma Gandhi que se encuentra dentro de un parque/jardín que lleva el mismo nombre. Una plataforma de mármol negro marca el lugar donde Gandhi fue cremado luego de que lo asesinaron en el 1948. Para entrar al jardín tuvimos que pasar primero por un control de seguridad. Mientras caminábamos íbamos viendo placas en el piso con diferentes frases célebres de Gandhi. Al acercarnos al memorial teníamos dos opciones, subir una leve cuesta desde donde se tenía una vista del memorial desde lo alto o caminar directo a la entrada del memorial y verlo de cerca. Decidimos primero verlo desde lo alto, y me impresionó lo bonito del lugar y lo bien cuidado que lo tienen. También me impresionó, de forma negativa, ver personas sacándose selfies, faltándole el respeto al solemne lugar donde se encontraban.
Luego bajamos para ir a ver el memorial de cerca. Para ello, tuvimos que descalzarnos y dejar los zapatos afuera, no se puede entrar ni con los zapatos amarrados a la mochila. La plataforma de mármol estaba decorada con flores y pétalos, y una llama permanece encendida todo el tiempo. En honor a Gandhi, varios políticos sembraron árboles en el parque donde se encuentra el memorial, entre esas personalidades se encuentran la Reina Isabel II de Inglaterra, el presidente de Estados Unidos Eisenhower y Ho Chi Min.
Tras esa visita a uno de los lugares que más deseaba ver nos dirigimos a la Puerta de Delhi. Caminamos unos 20 minutos hasta que llegamos a la puerta, solo para darnos cuenta de que habíamos confundido la Puerta de Delhi con la Puerta de la India. La Puerta de Delhi es la entrada sur de la muralla que rodeaba la Antigua Delhi. En la actualidad una carretera bastante concurrida bordea ambos lados de la puerta. Nosotros ni nos acercamos a la puerta, solo la vimos desde el otro lado de la calle. Era casi el atardecer y decidimos coger nuestro primer rickshaw en India para darle una visita al Templo Akshardham. El templo estaba bastante retirado del lugar donde nos encontrábamos, nos tomó poco más de 20 minutos llegar hasta él. Al llegar nos encontramos con que el templo estaba ridículamente lleno, no se permite entrar con cámaras o celulares, y la entrada ese día era hasta las 6pm y solo faltaban varios minutos para que dieran las 6pm. Logramos tomarle una foto a una parte del templo desde el estacionamiento y decidimos irnos a otro lugar y dejar ese templo para el último día del viaje que estaríamos en Delhi otra vez.
Como no entramos al Templo Akshardham teníamos tiempo para ver un lugar adicional, y esta vez si fuimos a la Puerta de la India. La Puerta de la India es un arco conmemorativo de 42 metros (128 pies) de alto. Honra los 90,000 soldados indios que murieron en la Primera Guerra Mundial, en la Operación Frontera y en la Guerra Anglo-Afgana de 1919. El lugar estaba a tope de personas, y los únicos turistas que estaban allí éramos nosotros. El atardecer tornó el cielo de un tono anaranjado y en par de minutos la puerta fue encendida con los colores de la bandera. Pero con la noche llegaron los mosquitos y fue el momento de despedirnos del hermoso arco y partir a buscar un lugar donde comer y beber.
Buscando en google encontramos que en Connaught Place había un restaurante llamado Ministry of Beer con un buen menú de comida y una excelente oferta de cervezas. Pedimos un Uber y nos dirigimos hacia allá. Probé entre 4 o 5 cervezas variadas y de cena un pollo a la mantequilla con arroz blanco que estaba para chuparse los dedos. La comida daba para dos personas, especialmente el arroz. A pesar de que esta fue la comida más cara del viaje, pagué US$35, fue la mejor manera de terminar el día, con cena y cervezas. Para regresarnos al hotel cogimos el metro. El metro funciona con unas fichas muy similares a las del Fuerte Rojo. Ese viajecito en el metro solo costó Rs20 (US$0.29). Demás está decir que llegamos al hotel con el cansancio de la vida. Y al otro día teníamos que madrugar también porque tocaba coger un vuelo a Jaisalmer que saldría a las 5:15am.
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