Había llegado ya el último día que teníamos para seguir disfrutando de la ciudad. Comenzamos ese día dándole una visita al Museo Henry Ford. Como han de imaginarse por su apellido, Henry Ford fue un magnate y fundador de la compañía automotriz Ford. El museo alberga casas, maquinaria, exhibiciones y artículos de estilo estadounidense de importancia histórica, así como recuerdos comunes, los cuales ayudan a capturar la historia de la vida en los primeros años de Estados Unidos. Es una de las colecciones de este tipo más grandes del país.
Las entradas al museo las compramos con días de anticipación en la página oficial del museo y tuvieron un costo total de $59. La entrada cuesta $25 por persona, pero cobran $6 por el estacionamiento y $3 de cargos por servicio. Hay muchas colecciones en el museo y objetivos de una importancia histórica que no se le puede poner algún valor como lo es la silla del Teatro Ford en Washington, D.C. donde estaba sentado el presidente Abraham Lincoln cuando lo mataron de un tiro en la cabeza.
Otro objeto de gran importancia histórica es el autobús de Rosa Parks. El 1 de diciembre de 1955, la costurera afroamericana Rosa Parks fue arrestada por no ceder su asiento en un autobús de la ciudad de Montgomery, Alabama a un hombre blanco, violando las leyes de segregación existentes. Muchos creen que este acto provocó el movimiento de derechos civiles. El autobús fue restaurado por dentro y por fuera y se ve bastante conservado gracias a esos trabajos de restauración.
El carro donde el presidente John F. Kennedy fue asesinado el 22 de noviembre de 1963 también se encuentra en el museo. El convertible sin blindaje azul medianoche fue reconstruido con un techo permanente, blindaje de titanio y pintura negra más sombría. La limosina regresó a la Casa Blanca y permaneció en servicio hasta 1977. El automóvil modificado muestra las formas fundamentales en que cambió la seguridad presidencial después de la muerte de Kennedy.
También tienen en exposición un letrero neón diseño original de un hotel Holiday Inn. Cuando se abrieron los primeros Holiday Inn en 1952, los huéspedes de estos hoteles que están junto a la carretera eran en su mayoría familias viajeras que no siempre podían planificar sus paradas con anticipación. Este letrero, más alto y llamativo que algunos, pero no radicalmente diferente de otros, fue diseñado para ser visto desde las nuevas carreteras interestatales. A medida que los Holiday Inns se multiplicaban, el cartel se convirtió en un mensaje: «Venga aquí para disfrutar de una experiencia predecible y de calidad».
Otra exhibición que me gustó fue Driving America que ayuda a contar la historia de cómo las innovaciones automotrices han cambiado las vidas e influido en la cultura estadounidense. Los carros van desde el Roper de 1865, el automóvil estadounidense más antiguo que ha sobrevivido, y el primer vehículo de gasolina de Henry Ford hasta el Prius híbrido 2002.
Una impresionante exhibición fue la de los ferrocarriles que presenta tranvías y trenes, incluida una de las locomotoras de vapor más grandes jamás construidas. Diseñada para el ferrocarril Chesapeake & Ohio en 1941, la locomotora Allegheny mide 125 pies (38 metros) de largo, pesa alrededor de 771,000 libras (350,000 kg) y podría arrastrar 160 vagones de carbón, cada uno con una carga de 60 toneladas, a través de las empinadas pendientes de las montañas Allegheny.
Mi exhibición favorita fue Heroes of the Sky que explora la historia de los inicios de la aviación cubriendo más de 50 años de evolución aeronáutica. Uno de los aviones que tienen es el Fokker F. VII Tri-Motor del 1925 que utilizó Richard Byrd para sobrevolar el Polo Norte.
Nos fuimos del museo luego de estar recorriéndolo por cerca de tres horas. Hay muchas otras más exhibiciones, yo solo mencioné las que más me llamaron la atención. Después del museo queríamos ir al zoológico, pero al llegar, al ser día feriado, vimos una fila larga de autos que esperaban por entrar al estacionamiento y decidimos mejor regresar a Ferndale a almorzar en el restaurante peruano Culantro. Esta vez ordené el lomo de res y estaba igualmente de exquisito que el seco norteño que había probado el día anterior. Allí mismo en Ferndale, en la misma calle donde está el restaurante vimos una tienda de galletas y decidimos entrar. La tienda se llama Detroit Cookie Co. y las galletas eran deliciosas.
Solo me quedaba visitar la isla Belle Isle que, aunque ya había ido la noche anterior, solo fui a tomar fotos de la ciudad y no me dio tiempo de recorrerla. Nos fuimos directos de la tienda de galletas a Belle Isle. Por motivos de la pandemia, las atracciones de la isla estaban cerradas. Solo pude apreciar desde afuera el acuario y el conservatorio. Ambos edificios tienen una arquitectura brutal por afuera, imagino que el interior debe ser igual de impresionante. El conservatorio es un invernadero y jardín botánico. Entre el acuario y el conservatorio hay un estanque con peces japoneses koi que se acercaron tan pronto me vieron cerca del estanque.
El último lugar que visitamos en la isla fue la fuente James Scott Memorial Fountain. El controversial James Scott le dejó $200,000 a la ciudad de Detroit para una fuente en homenaje a sí mismo. Su padre le dejó una fortuna considerable a Scott, quien invirtió en bienes raíces en Detroit. Según los contemporáneos, Scott jugaba y contaba historias subidas de tono. Fue descrito por el autor del siglo XX W. Hawkins Ferry como un «misántropo vindicativo y difamatorio» que intentó intimidar a sus competidores comerciales y cuando esto no tuvo éxito, presentó una demanda. Quizás por estas razones, Scott murió en 1910 sin herederos ni colegas y legó su patrimonio a la ciudad de Detroit con la condición de que la fuente incluyera una estatua de bronce de tamaño real de él.
Y así le pusimos punto final a la escapada de fin de semana largo. Al día siguiente salimos hacia Milwaukee tan pronto nos levantamos.
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