Me levanté temprano porque quería ver el amanecer, así que ya a las 6am estaba en la Piedra de Leme, en el área llamada Caminho Dos Pescadores Ted Boy Marino donde los cariocas van con sus cañas a pescar. La mañana estaba nublada y la gran Piedra de Leme me tapaba la vista del sol, pero eso no dejó que fuera un amanecer espectacular.

Regresé al apartamento a buscar a los demás del grupo y nos fuimos en taxi hacia la estación del tren que lleva al Cristo Redentor del Corcovado, localizada en Rua Cosme Velho 513. Llegamos 10 minutos antes de que saliera el primer tren, y conseguimos boletos para ese tren que salió a las 8am. Eso fue planificado pues queríamos ser de los primeros en subir al Cristo y así evitar el tumulto de turistas. Como era fin de semana, el boleto nos costó R$68, en la semana los boletos cuestan R$56. Los trenes salen cada media hora y el trayecto toma alrededor de 20 minutos. Pero el tren no llega hasta la cima, donde se encuentra la estatua, si no que luego hay que subir más de 220 escalones.

Al terminar los escalones teníamos de frente a una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno. El Cristo Redentor pesa 1,000 toneladas y mide 38 metros (125 pies) si contamos la altura del pedestal y se encuentra a 709 metros (2,326 pies) sobre el nivel del mar. El tren en el que subimos, se construyó originalmente para subir los materiales que se utilizaron en la construcción de la estatua.

Aprovechamos que casi no había nadie para tomar las fotos de nosotros junto al Cristo pero en cuestión de minutos se llenó de turistas el lugar. Aparte de la estatua, el área es un mirador desde donde se tienen unas vistas de postal de la Laguna Rodrigo de Freitas, Copacabana, Leblon, Ipanema y el Pan de Azúcar. Nos dedicamos a tomar decenas de fotos de los alrededores y luego bajamos a tomar el tren, no sin antes comprarme una Almofadinha Quatro Qeijos en la cafetería que hay en el lugar.




Ya abajo, fuimos al Parque Judas Tadeo, que se encuentra justo al lado de la estación del tren, donde habían personas vendiendo artesanías y murales de arte urbano pintados en la pared que divide el parque de la estación.

Frente al parque cogimos un taxi hasta la Feria Hippie de Ipanema. La feria la hacen todos los domingos de 9am a 5pm en la Plaça General Osório. Se lleva haciendo desde 1968 y tiene más de 700 puestos o quioscos que cubren toda la plaza. Los puestos venden artesanía, joyería, ropa, calzado, carteras, souvenirs y comida. En nuestra visita a la feria nos encontramos con gran cantidad de locales, no solo turistas. Probamos el plato típico Moqueca de Camarão, compré unos llaveros del Cristo Redentor y compré un pequeño marco hecho en cuero del mapa de Latinoamérica.


Teníamos hambre, y decidimos buscar un lugar cerca de la feria donde comer. Caminando por la acera de la plaza vimos el restaurante Brasileirinho y ahí nos metimos a almorzar. Ordené un plato que se llama Brasileiríssimo y traía un filete de res, huevo frito, arroz blanco, habichuelas negras y papas fritas. El plato costó R$37, y todo estaba buenísimo.

Del restaurante nos fuimos hasta la playa de Ipanema que se encontraba a apenas una cuadra. La playa tiene quioscos en la arena que ofrecen sillas de playa, sombrillas y hasta bebida. Nosotros nos sentamos cerca del quiosco 44, el señor que estaba trabajando en ese quiosco nos llevó las sillas y una sombrilla de playa y nos llevó las primeras cervezas. Y en esas sillas nos pasamos toda la tarde, bebiendo cerveza y caipirinha. El agua de la playa, por ser Atlántico sur y primavera, aún estaba fría para nosotros, así que solo entrábamos al agua cuando las propiedades diuréticas de la cerveza hacían su efecto en nuestro sistema. 🙂


Algo que notamos y de lo que hablamos entre nosotros al llegar a la Praia de Ipanema es que la playa en sí no es la más bonita, ni tiene las aguas más cristalinas. Para nosotros, que vivimos en Puerto Rico, que tiene 2 de las 10 mejores playas del mundo según TripAdvisor y Condé Nast Traveler, la playa no nos impactó tanto.

Cuando faltaba como 30 minutos para el atardecer, y ya inundados de cerveza, nos fuimos caminando a la Piedra de Arpoador. Esa piedra es uno de los mejores puntos en Rio de Janeiro para ver el atardecer. La piedra estaba llena de locales y turistas, que al igual que nosotros, estaban esperando la puesta del sol. Tomamos las fotos de rigor y cogimos el autobús hasta Leme.


Y como el hambre puede más que el cansancio, nos dimos un baño y bajamos a comer a Joaquina, el restaurante donde habíamos comido el día anterior. Esta vez ordenamos una parrillada con todas las carnes del restaurante, salchichas, pechugas, churrasco, chuletas, arroz y habichuelas negras. Y para terminar la noche fuimos un rato a la Piedra de Leme donde había música en vivo.

Puedes ver el itinerario completo de mis ocho días en Rio de Janeiro presionando AQUÍ
Qué día más completo has tenido. ¡Disfruta de Brasil!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Si, fue un día que aprovechamos al máximo. ¡Gracias por comentar!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Decime si no es una ciudad maravillosa??? De las más bonitas de sudámerica! Tu relato me recordó mucho a mi viaje por Río!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Si, es maravillosa. Me encantó y no veo el día en que regrese. Gracias por comentar. 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pingback: Ruta 8 Día 8: Playa de Copacabana – Rutas Trazadas