Nos tocaba llegar a las Ruinas de Tulum a primera hora de la mañana para evitar el tumulto de turistas, así que a las 6am dejamos la casa de Cancún atrás y salimos en ruta a Tulum. La ruta es súper fácil, se transita la carretera federal 307 todo el tiempo sin tener que desviarse. No hay peajes, la carretera está en muy buen estado, hay puestos de gasolina y áreas para comer en toda la ruta. En total nos cogió cerca de dos horas llegar a las ruinas contando una parada corta que hicimos para comprar algo de comer.
Fuimos de los primeros en llegar a las Ruinas de Tulum, nos estacionamos en un parking gratis que hay al lado izquierdo de la entrada y procedimos a caminar cerca de un kilómetro hasta llegar a la boletería. Si no se quiere caminar, hay un pequeño tren que por MX$20 te lleva a la entrada de las ruinas y te regresa al parking al salir. Como nosotros llegamos temprano, aún no estaba en funcionamiento el trencito. Pagamos el ticket para entrar a la Zona Arqueológica de Tulum que nos costó MX$70 y procedimos a comenzar el recorrido.

El nombre original del sitio era Zamá, que se traduce a mañana o amanecer. El nombre actual, Tulum, es reciente y se traduce a muralla. Tulum es el sitio más emblemático de la Riviera Maya debido a la ubicación y conservación de las edificaciones y murales mayas. Tulum se encuentra justo frente a las aguas del Mar Caribe, y la ciudad se encuentra rodeada por una muralla. Dentro de la ciudad vivían sacerdotes, astrónomos, matemáticos, arquitectos e ingenieros y la gente común vivía fuera de la ciudad amurallada.

Entramos al complejo arqueológico y nos encontramos de frente la Casa del Cenote, lugar donde se documenta la importancia que dieron los mayas al culto acuático vinculado a los cenotes que abundan en el área. Seguimos caminando por la vereda y pasamos por el Templo al Dios Viento que fue construido en honor a Kukulcán que es la deidad que representa al viento. Justo al lado del templo vimos una playa, pero no estaba abierta al público, me pareció como un lugar donde las tortugas van a desovar.

Pasando la playa llegamos a los palacios la Casa de las Columnas y la Casa del Halach Uinik, ambas localizadas en la calzada principal, donde pudimos apreciar la arquitectura residencial de la ciudad. Al lado vimos el Templo de los Frescos donde aún se conservan murales con fragmentos de color donde se representa la vida de los mayas. Se sabe que algunos de los frescos fueron creados luego de la invasión española porque hay caballos dibujados, y el caballo fue introducido a América por los españoles.

Nos acercamos a la orilla del parque donde se encuentra la estructura más importante de Tulum, la pirámide El Castillo. Esta pirámide tiene unos escalones que llevan a un templo superior que tiene columnas adornadas con serpientes como las que se ven en Chichén-Itzá. El Castillo no tan solo sirvió como centro ceremonial, si no que también hacía las funciones de faro. Los navegantes mayas utilizaban la luz del Castillo para direccionarse hacia la playa que queda a los pies de la pirámide.

No se puede subir al tope de la pirámide ni entrar a ella, pero arqueólogos han encontrado coloridos murales dentro de ella. Al lado del Castillo vimos unas escaleras para bajar a la playa pero el paso estaba cerrado, y no pudimos bajar hasta ella. A los lados de la pirámide vimos el Templo del Dios Descendente que lleva ese nombre gracias a la escultura que adorna la puerta de entrada y el Templo de la Serie Inicial que es la estructura más antigua de la ciudad, donde se encontró la fecha 564 d.C. plasmada en ella.

Seguimos el recorrido hasta llegar a un pequeño templo que queda al extremo sur frente a la playa llamado el Templo del Mar. Aprovechamos que no había nadie en esa área para tomarnos una foto grupal junto al templo utilizando mi cámara y el trípode.

A la salida de las ruinas, muy cerca de donde estábamos estacionados, se encuentra el Centro Artesanal Tulum. Ahí vimos un cartel que decía Coronas a US$1 y con el calor que hacía no lo pensamos dos veces y fuimos a comprar las cervezas. En centro no tiene casi nada de artesanal, es una gran tienda de recuerdos donde tiene neveras con cerveza. Allí están las letras de Tulum y una estatua de Pancho Villa sentado en un banco el cual aprovechamos para retratarnos. Antes de irnos almorzamos en el restaurante Andrea que estaba justo al lado del estacionamiento donde habíamos dejado el carro.


Ya con la barriga llega pusimos rumbo a nuestro primer cenote, el Gran Cenote. Conducimos por 15 minutos hasta llegar al cenote que se ubica en la carretera 109. La entrada nos costó MX$180 y creo que incluye salvavidas y equipo de snorkel. Y digo creo porque nosotros todos llevamos nuestros snorkels y no utilizamos salvavidas porque todos sabemos nadar.

El Gran Cenote consiste de varios cenotes que se conectan entre sí. El agua es tan clarita que se pueden ver los peces nadando sin necesidad de hacer snorkling. Tiene un área de cavernas y otra área que es mucho más llana cuyo fondo arenosos semeja la playa. Es una excelente opción para refrescarse luego del intenso calor que nos acompañó en el recorrido de las Ruinas de Tulum. Nosotros estuvimos una hora haciendo snorkling, nadando y disfrutando de uno de los cenotes más famosos de la Riviera Maya.


Decidimos seguir descubriendo más cenotes y nos fuimos al Cenote Aktun Ha, mejor conocido como Cenote Car Wash. En un pasado los taxistas solían lavar sus carros a la orilla del cenote, de ahí viene su nombre. Hoy en día esa práctica se ha descontinuado, y el cenote está súper limpio y cristalino. Este cenote, a diferencia del Gran Cenote, es abierto y parece un enorme estanque. Aquí vimos varias personas practicando el buceo, algo que no vimos en el Gran Cenote. Este cenote estaba menos concurrido, diría que habíamos como diez personas haciendo snorkeling y cinco haciendo buceo. Algo diferente que hicimos fue tirarnos al cenote desde un andamio que hay en la orilla. Nos tiramos más de una vez, ese fue el momento de adrenalina del día. La entrada al cenote nos costó MX$50.


Salimos del cenote y nos fuimos a terminar el día en una de las pocas playas públicas que quedan en Tulum, Playa Paraíso. La mayoría de las playas de Tulum son privadas y solo las personas que se hospedan en los hoteles de la zona tienen acceso a ellas. Nosotros llegamos a la playa justo antes del atardecer, y no nos metimos al agua, optamos por quedamos en la orilla bebiendo unas cervezas que teníamos en una nevera de foam. Yo por mi parte metí los pies y pude sentir la calidez del agua.


Vimos varios lugares de comida en la playa pero como ya era algo tarde estaban todos cerrados. En el agua, muy cerca de ma costa, vimos varios botes «estacionados», presumimos que eran botes de pesca y/o de llevar a los turistas a hacer snorkeling en los corales que se encuentra cerca de allí. Tan solo con ver la playa, sin tener que meterse al agua, se sabe porqué ha sido considerada como la playa más bonita de México y una de las más bonitas del mundo. Nosotros estuvimos allí hasta que los mosquitos comenzaron a atacarnos, casi al anochecer.


De la playa nos fuimos al apartamento a darnos un baño y luego fuimos a caminar por la Avenida Tulum (carretera 307) que está llena de restaurante y cafeterías a ambos lados de la avenida. Allí terminamos cenando en el Restaurante Italiano Il Boccocino. Y como siempre suelo comentar en mis publicaciones, nada mejor que terminar el día comiendo.

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