A Trinidad se le conoce como la “ciudad museo de Cuba” ya que cuenta con extensos palacios, plazas coloniales, ruinas de ingenios y hasta barracas de esclavos. Las calles de la ciudad aún conservan las piedras que los españoles utilizaron para “pavimentarlas”. Recorrer esas pintorescas calles es ideal para admirar la arquitectura colonial.
Nuestra primera mañana en Trinidad comenzó con un suculento desayuno en la casa particular. La noche anterior ya habíamos coordinado con la dueña de la casa el desayuno así que tan pronto nos levantamos ya nos tenían el desayuno casi listo. Los desayunos en las casas particulares solo cuestan 5 CUC, son bien abundantes y es lo más recomendable. El desayuno incluía huevos, pan, fruta fresca, jugos naturales hechos al momento, café, agua, mermelada, y todo era fresco y muy bueno.
Al terminar de desayunar bajamos hasta la otra casa particular donde estaba la otra mitad del grupo quedándose pero ellos no coordinaron desayuno con los dueños de su casa particular así que desayunaron en un restaurante que se encontraba en los alrededores del Parque Céspedes. Mientras ellos desayunaban los demás nos fuimos a caminar por la plaza, porque el Parque Céspedes es una plaza. Para muchos jóvenes cubanos, el Parque Céspedes y sus alrededores es el punto de reunión favorito. Allí se agrupan para conversar o caminar por el área. La intersección de las calles San Procopio y Jesús María, el lugar más concurrido del parque, es durante el día escenario de discusiones sobre temas deportivos, por lo que es conocida como La Esquina Caliente.
Subimos por la Calle Rosario hasta que nos encontramos de frente con las escalinatas de la Casa de la Música. Este es un popular centro de ocio nocturno, frecuentado tanto por turistas como locales. La casa estilo colonial que se encuentra al subir las escalinatas es la Casa de la Música y cuenta con una barra, restaurante y salones con exposiciones. Pero en la noche, las escalinatas se llenan de turistas y locales que bailan al son de la música que tocan todas las noches los músicos en la pequeña tarima que se encuentra a mitad de las escaleras.
Al nosotros ir de día, pues no había mucha gente, pero aprovechamos para pedir unos mojitos y sentarnos bajo la sombra de los árboles. De una vez compramos agua pues el calor era sofocante.
Justo al lado de las escalinatas está la Iglesia de la Santísima Trinidad. Así que fuimos hasta ella y nos adentramos para apreciar su interior. Fue construida en el 1892 y en su interior tiene la imagen de un Cristo tallado en madera que se llama el Señor de la Vera Cruz. Esta estatua estaba destinada a una iglesia en la ciudad de Veracruz en México, pero el barco que la iba a llevar tuvo que regresar al puerto de Trinidad en tres ocaciones debido a un mal tiempo y tuvo que sacar parte de la carga, incluyendo la estatua, para poder hacer la travesía. Esos eventos fueron tomados como un mandato divino y los lugareños decidieron dejar la imagen del Cristo en Trinidad.
Frente a la iglesia vimos la Plaza Mayor, que constituye el centro histórico urbano de Trinidad. La plaza actual es la misma que fue diseñada y construida a mediados del siglo 19. Solo se le ha restaurado varios de sus componentes originales, como los faroles para el alumbrado. Comparada con otras plazas de Latinoamérica, esta es una pequeña, tiene cuatro jardines cercados, varias palmas y unos bancos de hierro fundido.
En la próxima cuadra había otra plaza, la Plazuela del Cristo, y frente a ella el Museo Nacional de la Lucha contra Bandidos. La entrada tan solo nos costó 1 CUC e incluía subir a la torre del campanario. El museo tiene una torre porque el edificio donde se encuentra era el convento e iglesia San Francisco de Asís. El museo cuenta la historia del cuerpo militar creado por la Revolución Cubana para combatir las bandas contrarrevolucionarias que existieron en la región central de Cuba entre los años 1959 y 1965. La guerra contra ese grupo de opositores al gobierno de Fidel Castro se le llamó Lucha Contra Bandidos.
Visitamos primero las exposiciones, que iban contando la historia de los bandidos, desde su inicios hasta su fin. Hay una sala donde se le rinde homenaje a los mártires que murieron durante esa lucha a través de una galería de fotos y documentos. Había una señora que me contó la historia de lo que ocurrió en esos años en Cuba. Luego salimos al patio interior donde tienen expuestos una lancha utilizador por la CIA y organizaciones contrarrevolucionarias para traer hombres y armas para la contrarrevolución interna y un camión de tecnología soviética que fue utilizado por las Milicias Nacionales Revolucionarias para trasladarse hasta las zonas de difícil acceso. Estando en el patio interior vino la misma señora que me contó la historia de los bandidos a decirme que si queríamos comer, ella conocía un paladar muy bueno donde nos podían hacer un descuento por ir recomendados por ella. Le dijimos que primero queríamos subir al campanario y luego la buscábamos para que nos llevara al paladar.
El campanario es el único resto de la edificación original que aún queda en pié. Subimos los 112 escalones hasta llegar a la campana y desde ahí tuvimos las mejores vistas de Trinidad. Se podía ver los techos rojizos de las casas y al fondo el contraste de las montañas verdes.
Bajamos de la torre y ahí estaba la señora esperándonos para llevarnos a la casa. La comida estuvo buena aunque el servicio no fue el mejor. Yo ordené ropa vieja de cerdo con arroz blanco y tostones y sabia riquísimo. Y lo más importante, nos dieron el descuento en la comida gracias a la señora del museo.
Luego del paladar visitamos la Iglesia de Santa Ana, bueno, las ruinas de la iglesia. No tiene techo ni ventanas y mucho menos puertas pero instalaron una especie de portón en rejas para evitar el paso hacia el interior de la edificación. Curiosamente, una de las dos campanas aún sigue en la torre. Lo que queda de la iglesia el gobierno se ha encargado en preservarlo.
Como aún era temprano, regresamos a la casa particular a buscar los carros y nos dirigimos a la Playa Ancón. La playa se encuentra como a 15 minutos del centro de la ciudad y al llegar tuvimos que pagar 2 CUC por el estacionamiento. La playa es bonita, no tanto como la de Varadero, pero es bonita. Nosotros no nos metimos al agua, preferimos quedarnos bajo la sombra de un árbol recuperando energías y dándonos unas cervezas que vendían en un kiosco allí mismo en la playa.
Después de pasar un rato en la playa decidimos ir a cenar al restaurante del Hotel Iberostar que se encuentra frente al Parque Céspedes. No lo recomiendo, pues pedí una crema de papa y sabía malísima, y los precios son el doble de lo que cuesta la comida en los paladares. Los muchachos si comieron en el restaurante y a ellos les gustó. Nos fimos del restaurante y subimos a las casas particulares a descansar un rato para luego irnos a janguear a las escalinatas de la Casa de la Música.
Al llegar la noche solo cuatro personas continuábamos con ganas de salir, así que nos fuimos caminando hasta llegar al lugar. Esta vez, por ser de noche, tenían controlada la entrada de personas a las escalinatas. Cobran 1 CUC para poder entrar lo cual es bastante razonable. Yo decidí entrar más tarde porque había visto un restaurante cercano y quería ir a cenar antes de irme a beber. Cené pasta en la azotea del restaurante italiano Cuba Libre, estaba muy buena y a muy buen precio así que queda recomendado el restaurante.
Pagué y entré a al lugar de jolgorio en Trinidad del que tanto había leído en internet. Las escaleras estaban llenas de personas que bebían y bailaban al son de la música que tocaba un grupo en las mismas escalinatas. Nos bebimos varias cervezas Bucanero de lata, que estaban a 2 CUC, y nos regresamos a la casa.
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