Habíamos quedado con el mismo muchacho que nos llevó a Gatavita y Zipaqurá, que nos fuera a recoger a las 7am para llevarnos al aeropuerto. El trayecto hasta el aeropuerto fue de media hora y el vuelo con Avianca de Bogotá a Medellín fue de una hora. Al llegar a Medellín cogimos un taxi hasta el apartamento que estaba localizado en Ciudad del Río.
Teníamos dos apartamentos reservados por Airbnb en el mismo complejo, pero tuvimos algo de retraso intentando hacer el check in en uno de ellos porque resultó que los huéspedes anteriores aún no habían desocupado el apartamento. Del apartamento nos fuimos caminando hasta la estación Industriales donde cogimos el metro hasta la estación Parque Berrio.

Cuando salimos de la estación caminamos buscando un lugar donde comer y justo frente a la plaza vimos que el Hotel Nutibara tenía un food court abierto al público con varios locales de comida y bebida. Entramos a la terraza y comimos en uno de esos locales mientras observábamos la multitud de personas que abarrotaban las estatuas de la Plaza Botero.

Como la plaza estaba tan llena, decidimos no parar a ver las esculturas e ir directo al Museo de Antioquía que se encuentra al otro lado de la plaza. El Museo de Antioquía fue el primer museo que abrió sus puertas en Antioquía, el segundo en Colombia y uno de los primeros museos en América del Sur que cuenta con una sala de arte. El museo se encuentra en lo que fue el antiguo Palacio Municipal de Medellín. Cuenta con diecisiete salas en las que se exponen desde reliquias precolombinas, creaciones contemporáneas, arte religioso y obras que cuentan la historia del arte de Antioquia.

Una de las colecciones más importantes es la de los dibujos, pinturas y esculturas del gran Fernando Botero. El museo expone sus mejores obras, las cuales fueron donadas por el mismo Botero. También cuenta con una colección de arte internacional donada por el artista.


Recorrimos el museo completo, pasamos por todas las colecciones, entre ellas la colección de los murales, la sala de esculturas y la sala de arte contemporáneo que fue una de las de que más me gustó, junto a la de la sala con las obras de Botero. Terminamos el recorrido en el patio interior que cuenta con una fuente en el centro y bancos que bordean las plantas.



Salimos del museo y esta vez nos fuimos a la Plaza Botero a ver las esculturas, pero la plaza continuaba igual de atestada, así que pasamos sin prestarle mucha atención a las obras de arte. Luego subimos por la Avenida Maracaibo buscando un mercado de artesanías, hasta que dimos con el mercado en la carrera 49, se llama Centro Artesanal Mi Viejo Pueblo.

Compramos varios souvenirs, comimos dulces de panadería en la Panadería Versalles que está justo frente al centro artesanal y tomamos frapé de parcha (maracuyá) en un puesto cercano. Cuando salimos de comprar el frapé nos dimos que cuenta que estábamos justo frente al Parque Bolívar.

El parque, que es una plaza, estaba lleno de personas, locales y turistas, que pasaban una tarde calurosa bajo la sombra de los árboles. En el centro del parque vimos la estatua ecuestre del libertador Simón Bolívar. A un extremo de la plaza se encuentra una gran fuente que sirve como un espejo donde se refleja la Catedral Metropolitana de Medellín.

La Catedral Metropolitana debe su color a los más de un millón de ladrillos que fueron utilizados para su construcción. Su valor arquitectónico e histórico es inigualable, esto provocó que en el 1982 fuera declarada Monumento Nacional de Colombia. Nosotros la recorrimos por dentro, y absolutamente todo está hecho en ladrillos, hasta las columnas del interior.

Como estaba ya atardeciendo, decidimos regresarnos al apartamento. para ellos, salimos de la catedral y caminamos hasta la estación Prado para coger el metro. Cuando llegamos a los alrededores de la estación vimos muchas personas vendiendo artículos usados, pero lo que parecía era un vertedero clandestino. Había basura por todos lados, y los artículos que tenían en venta parecía que los habían sacado del basurero, se veían inservibles.

Cogimos el metro, nos regresamos hasta la estación Industriales, y caminamos hasta el apartamento. Esa noche nos fuimos a probar la comida de los food trucks del Parque Lineal Ciudad del Río que se encontraban justo al lado del complejo de apartamentos donde nos estábamos hospedando. Esa noche paré en el food truck venezolano A que te KB una Arepa y me comí un tostón gigante con carne mechada, guacamole, aguacate, suero costeño y queso blanco rallado. Ese tostón estaba riquísimo, y solo costó COL$12,000 (US$5).

Nada mejor que culminar un día largo, donde utilizamos casi todas los medios de transportación posibles, con un exquisito plato de comida.
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