Con toda la intención madrugamos para ser de los primeros en subir a las torres de la Catedral de Notre Dame porque ya sabía que las filas eran de horas. Antes de coger el metro paramos a desayunar en el café La Ville de Provins que quedaba frente al hotel cruzando la avenida. Creo que ahí comimos el desayuno más barato del viaje, huevos revueltos, jugo de china (naranja), croissant y chocolate caliente por 6.90€.

Después del desayuno fuimos directo a Gare de l’Est y cogimos el metro hasta la estación Cité. Caminamos varias cuadras y a las 9am ya estábamos frente a Notre Dame. Allí nos informaron que la torre la abrían a las 10am y los boletos para subir los comenzaban a vender a las 9:30am. Aprovechamos la media hora que aún teníamos para visitar el interior de la catedral.

La primera piedra para la construcción de la catedral se colocó en el año 1163 y se completó 82 años más tarde. Eso la convierte en una de las catedrales góticas más antiguas del mundo, además de ser uno de los íconos de Paris y toda Francia. En Notre Dame se han celebrado varios eventos importantes como la coronación de Napoleón Bonaparte y la beatificación de Juana de Arco.

La entrada a la catedral es libre de costo y al ser temprano no había nada de fila para entrar a ella. Recorrimos el interior tirando fotos y fijándonos en los detalles arquitectónicos del edificio. Algo que me gustó mucho fueron los inmensos vitrales y el órgano que también es impresionante.

A las 9:30am salimos de la catedral y procedimos al costado izquierdo de la iglesia que es donde están las máquinas electrónicas donde se hace la reservación para la la hora que se quiere visitar las torres. Ya el primer espacio, el de las 10am, estaba lleno y nos tocó subir con el grupo de las 10:10am. En la máquina solo se reserva el espacio para subir, pero el ticket se compra dentro de la torre.

A las 10:10am comenzamos a subir unos cuantos escalones hasta llegar a la boletería, que también es una tienda de recuerdos. Pagamos 10€ y procedimos a subir los 387 empinados escalones hasta llegar a la cima. Subir cada escalón vale la pena porque las vista que se tiene desde lo alto de la catedral es impresionante. Desde el hogar del Jorobado de Notre Dame se tiene una vista 360 grados de Paris y se puede hasta tocar las famosas gárgolas de la catedral. También tuvimos acceso al campanario que alberga la campana más grande de Notre Dame de 13 toneladas. Y esa es solo una de las 10 campanas que la catedral tiene en la actualidad.


Bajamos de la torre y recorrimos los alrededores de la catedral, que son una especie de jardínes. Luego fuimos directo al Puente de l’Archeveche que es uno de los puentes que solían estar lleno de candados pero que ya no le queda ni uno. El gobierno de la ciudad los prohibió porque el peso estaba afectando la estructura de éste y otros puentes.


Caminamos bordeando el río hasta el siguiente puente llamado Puente de la Tournelle que conecta con la Isla de Saint Louis. Desde allí tuvimos la mejor vista de la Catedral de Notre Dame. Tomamos varias fotos y nos regresamos otra vez a la orilla del río para recorrer el Barrio Latino. Cruzamos la avenida Quai de la Tournelle y vimos de frente una repostería con dulces franceses a los que no me pude resistir. El lugar se llama La Boulanger de la Tour y ahí comí las palmeras más ricas del mundo. Con palmera en mano seguimos nuestro camino, nos dirigíamos al Jardín de Luxemburgo.

En ese caminar nos topamos con el famoso Panteón. El Panteón, uno de los primeros monumentos de la ciudad, fue construido originalmente para ser un templo dedicado a la patrona de la ciudad, Sainte-Geneviève. En la actualidad funciona como un mausoleo secular y contiene los restos de varios ciudadanos franceses distinguidos como el poeta y novelista Víctor Hugo, el escritor y filósofo Voltaire y la física y química Marie Curie. Nosotros no entramos, solo lo vimos desde afuera y se veía impresionante, imagino que el interior no debe defraudar para nada.

Unos pasos más adelante vimos una heladería y decidimos entrar. El local se llama Amorino y venden helados tipo gelato y otros postres como macarons y crepas. Un detalle de esta heladería es que sirven los helados con forma de rosas. El gelato y el macaron estaban buenísimos, así que esta heladería queda recomendada.

Caminamos dos cuadras más y llegamos a los Jardines de Luxemburgo. Estos jardines también albergan el Palacio de Luxemburgo que en la actualidad funciona como la sede del senado francés. En el jardín hay una fuente bastante grande, tipo estanque, pero que al ser final de otoño ya estaba vacía. Numerosas sillas la rodean e imagino que en meses menos frío esas sillas son bien apreciadas. El parque cuenta con bancos y sillas bajo la sombra de árboles donde se puede pasar un buen rato.


Dimos un breve paseo pero como ya el hambre picaba, nos fuimos del parque en búsqueda de un lugar cercano para comer. Fue así como terminamos en el restaurante italiano L’Arlecchinos. Ahí fue donde peor comimos en el viaje, pero no es que estuviera mala la comida, es que después de haber probado otros restaurantes teníamos grandes expectativas.
Del restaurante nos fuimos en el metro hasta Trocadero, esta vez de día, para poder apreciar la Torre Eiffel y tomarle fotos. Al igual que la noche anterior, la plaza estaba atestada. Tomé las fotos de la torre bajo un cielo lleno de nubes en tonos grises y blancos. Recomiendo que al igual que hice yo, visiten Trocadero durante el día y la noche, la torre será la misma pero el esplendor diferente.

Regresamos a la estación del metro y nos fuimos hasta el famoso Puente Alexandre III. Este puente es el más decorado y grandiosos de la ciudad, y uno de los puentes más bonitos del mundo. Es fácil identificarlo porque tiene dos columnas en cada extremo del puente con un caballo dorado con alas en el tope de cada columna. Más allá de ser otro puente más, es todo un destino turístico.

Cruzamos el puente, pasamos por el Grand Palais y Petit Palais hasta llegas a los Campos Elíseos y donde cogimos el metro hasta el Arco del Triunfo que lo teníamos pendiente desde el día anterior. El Arco del Triunfo, inaugurado en 1806, es uno de los símbolos más famosos de París y representa las victorias del ejército francés bajo las órdenes de Napoleón, que ordenó su construcción.

Ya nosotros habíamos comprado los boletos previamente por internet, nos costaron 12€, así que al llegar, tras cruzar el túnel peatonal, fuimos directo a la entrada. Comprar los boletos por internet fue lo mejor que pudimos haber hecho porque las filas en la boletería estaban bastante largas. En la base del arco vimos la Tumba del Soldado Desconocido con la llama que nunca se apaga. Esa llama representa a todos los franceses que murieron en la Primera Guerra Mundial y nunca fueron identificados. En las paredes del arco vimos los nombres de las batallas ganadas por el ejército Napoleónico junto a los nombres de varios generales franceses. Luego subimos los 286 escalones con forma de caracol hasta llegar al museo del arco. Allí vimos una réplica a escala del arco y varias esculturas. Subimos unos pocos escalones más hasta que llegamos a la terraza del arco. Desde esa terraza tuvimos una vista panorámica de la Torre Eiffel, Montmartre, los Campos Elíseos, la parte moderna de la ciudad y hasta Notre Dame.



Ya estaba anocheciendo y decidimos ir a echarle un vistazo el barrio Le Marais y de una vez cenar. Tan pronto salimos de la estación del metro en Le Marais vimos un restaurante/barra con un buen menú y decidimos entrar. El restaurante se llama Le Comptoir Du Marais y tan pronto entramos nos dimos cuenta que tenía música reggaetón puesta. Ordené la pizza Regina que lleva salsa roja, queso mozzarella, jamón y setas; y estaba muy buena. Devoramos la pizza pero como la música estaba buena decidimos darnos dos cervezas para luego irnos a recorrer Le Marais. En ese preciso momento llegó una muchacha a la mesa y nos preguntó de dónde éramos, porque nos escuchó hablando español, y cuando le dijimos que éramos de Puerto Rico ella nos dijo que había vivido un semestre en la isla porque estudió en la Universidad de Puerto Rico como estudiante de intercambio. Y allí pasamos las próximas seis horas, hablando con ella, que hablaba un español perfecto porque, aunque es nacida y criada en Paris, su madre es colombiana. Allí llegaron unos amigos de ella, un parisino, una muchacha de Italia y un muchacho de México, y estuvimos hablando y bebiendo con ellos hasta que el lugar cerró. Nunca llegamos a recorrer el barrio Le Marais, queda en el tintero para una próxima visita, pero es que estábamos pasando un rato muy agradable de esos que no imaginas que van a pasar y que cuando pasa, no quieres dejarlo ir.

El itinerario completo de los tres días en la Ciudad Luz lo puedes ver AQUÍ.
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