Salimos de la casa particular directo al restaurante donde comimos el día anterior, el Castillo de Farnés, porque no queríamos perder tiempo buscando otro restaurante. Ordenamos lo mismo del día anterior: huevos revueltos, tostadas, jamón, jugo y café.
Queríamos entrar al Floridita pero abrían a las 12pm, así que caminamos por la Calle Obispo, donde el día anterior habíamos visto las oficinas de ETECSA, para comprar tarjetas para conectarse al internet. En Cuba no hay internet gratis, se tiene que comprar una tarjeta y utilizas el código que trae esa tarjeta para conectarse. La tarjeta cuesta 2 CUC y es válida para un periodo de una hora. Me pidieron el pasaporte para poder venderme las dos tarjetas que compré. La señora muy simpática nos decía que parecíamos cubanos, que hablábamos con acento de la ciudad de Santiago, al este de Cuba, y que nuestro acento era bien diferente al de Daddy Yankee. Ese fue el tema de nuestra corta charla mientras ella nos atendía.
Nos fuimos al Floridita pero aun no había abierto así que nos quedamos en los alrededores y aproveché para conectarme al internet. El internet es pésimo, para conectarme tuve que tratar más de 5 veces y cuando por fin me conecté estaba muy lento. Si así era la conexión en la Habana, no me quería imaginar en el resto del país. En ese momento abrieron el Floridita y nos fuimos para el bar restaurante.
El Floridita ha estado abierto desde 1817 y en el 1934 el escritor estadounidense Ernest Hemingway lo visitó por primera vez y quedó fascinado. Hemingway pasó muchas horas sentado en la barra durante los años que vivió en La Habana, escuchando a las anécdotas de los visitantes del lugar, y hasta dándole forma a algunas de sus historias acompañado de su bebida favorita el Daiquirí, o del Papa’s trago que él trasformó a su gusto y que hoy muchos van a degustar. Junto a la barra está la estatua de Hemingway, justo en la esquina donde el solía sentarse. Ordenamos los daiquirís, que cuestan 6 CUC, y nos movimos del área de la barra al restaurante porque en la barra las personas fuman y andábamos con la bebé Maylea. Los daiquirís estaban muy buenos y refrescantes, pues lo preparan con hielo molido.
Al terminar las bebidas salimos del lugar y un muchacho en bicitaxi ofreció sus servicios para llevarnos hasta el Museo de la Revolución. Recorrimos la Avenida Bélgica hasta llegar al museo. La edificación que hoy alberga el museo antes era usada como Palacio Presidencial y el último presidente que la utilizó fue el dictador Fulgencio Batista Zaldívar a finales de los 50s. Se construyó entre 1913 y 1920 y su interior fue decorado por la compañía newyorkina Tiffany’s.
Entramos al museo, compramos las entradas a 3 CUC y procedimos a dejar los bultos en un área donde los guardan ya que no permiten la entrada de bultos al museo. El museo exhibe diversas exposiciones y colecciones que muestran fotografías, banderas, documentos, armas y otros objetos relacionados a la lucha revolucionaria contra el dictador Batista, y la historia de Cuba que van desde la cultura precolombina de Cuba hasta el régimen socialista actual. Destacan las exposiciones sobre el asalto de Moncada de 1953, y sobre la vida del Che Guevara.
En la entrada al museo hay un fragmento del antiguo muro de la ciudad, también un tanque que fue utilizado por Castro durante la invasión de la Bahía de Cochinos de 1961. Detrás del museo se encuentra el Pabellón Memorial Granma, donde se encuentra el yate que fue utilizado para trasladar a Fidel Castro y el Che Guevara junto a otros revolucionarios desde México hasta Cuba en 1956. El yate se encuentra rodeado por avionetas y otros vehículos relacionados con la Revolución.
En el Salón Dorado tenían un exposición especial llamada Gracias por todo, Fidel. La exposición consiste en fotos, piezas y documentos que vinculan estrechamente al líder de la Revolución al patrimonio cultural del país. Habían 33 imágenes fotográficas además de textos y hasta poemas del héroe nacional José Martí.
Nuestra próxima visita era a la Plaza de la Revolución así que tomamos uno de los carros antiguos que funcionan como taxi. Esos carros, a pesar de ser antiguos, están en excelentes condiciones. Algunos taxistas le han hecho modificaciones para modernizarlos, como ponerles sistema de aire acondicionado y automatizar las ventanas.
La Plaza de la Revolución es una de las plazas públicas más grandes del mundo, con 72,000 metros cuadrados, es un lugar de gran valor histórico, ya que ha sido el escenario de varios de los actos y acontecimientos principales de la Revolución de Cuba. En ella han llegado a congregarse hasta un millón de personas.
Mientras caminábamos por la plaza, que no tiene ni un solo árbol para coger un poco de sombra, vimos el edificio que alberga las oficinas del Ministerio del Interior; famoso por el enorme mural del Che Guevara que muestra en su fachada, el cual es una copia de la famosa fotografía de Alberto Korda realizada en 1960. Al lado de ese edificio está el Ministerio de Telecomunicaciones y tiene la imagen del héroe guerrillero Camilo Cienfuegos.
Al otro lado de la plaza se encuentra el Memorial a José Martí, que incluye una torre de más de 112 metros de alto, el Memorial que es la base de la torre y la estatua del héroe nacional justo frente a la torre. Se puede tomar un elevador que te lleva hasta casi la cima, 90 metros, o subir los 579 escalones pero nosotros no pudimos ni entrar al memorial porque era domingo y estaba cerrado. Yo subí hasta la estatua de Martí pero una mujer policía me dijo que estaba cerrado y no podía estar ahí.
Ya era hora de ir a recoger los dos autos que habíamos reservados, así que mi amigo Anthony y yo nos fuimos en un coco taxi a buscar los carros y los demás se fueron directos a la casa particular en otros dos coco taxis. Recogimos los dos autos, y con la ayuda del GPS y el mapa que ya habíamos instalado, llegamos hasta la casa particular. Allí nos estaban esperando el resto del grupo con las maletas casi en la calle porque los nuevos huéspedes de la casa ya habían llegado. Jugamos tetris tratando de acomodar las maletas, el coche de la bebé y los bultos y salimos para Varadero.
Recorrimos toda la Vía Blanca hasta Matanzas, bordeando la costa norte del país. En Matanzas cogimos el Puente Bascular hasta llegar a la casa particular en Santa Marta. Nos dividimos en dos casa porque cuando estábamos haciendo la reservación a través de Airbnb no había disponible una casa para los nueve. Dejamos el equipaje y nos fuimos a comer y compramos unas cervezas para llevar que nos bebimos en la azotea de una de las casas. Luego de acabar con las cervezas que compramos, y con las cervezas de la casa (habían cervezas en la nevera para nuestro consumo, por 1 CUC cada una) nos fuimos a bañar y a dormir pues ya era casi la media noche y estábamos cansados.
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