Iniciamos el día desayunando en el hotel, el cual estaba incluido como en todos los hoteles donde nos quedamos en Islandia. Era un desayuno buffet y estuvo muy bueno. Ya con la barriga llena nos dirigimos al centro de Reykjavik. El estacionamiento en el downtown es bastante económico, comparado con Milwaukee y Chicago que son las ciudades donde suelo pagar por estacionarme. El costo del estacionamiento depende de la zona donde se estacione. Hay cuatro zonas, y el costo varía desde kr190 a kr370 la hora. Yo decidí estacionarme en el Old West Side donde el estacionamiento es gratis (en la mayor parte del área) y estaba sumamente cerca de todo lo que quería ver.
Recorrimos la calle Vesturgata, donde nos estacionamos, en dirección al centro de la ciudad. Al final de esa calle llegamos a Ingólfstorg que es una de las plazas que hay en el centro de Reykjavik. En esa plaza nos cruzamos un restaurante de comida rápida llamado Pylsuhúsið y vimos en el menú que vendían los famosos hot dogs islandeses. Más tarde volveríamos para probar uno de esos hot dogs. La plaza está rodeada por hoteles, restaurantes, cafés y tiendas de recuerdos. En invierno la plaza se convierte en una pista de patinaje y la decoran con sobre 100,000 luces de navidad.
Continuamos caminando hasta que vimos de frente Safnahúsið o Museo Casa de la Cultura. Había un tour guiado en las afueras del edificio y nos acercamos para escuchar un poco de información. Safnahúsið fue construido entre 1906 y 1908 según el diseño del arquitecto danés Johannes Magdahl Nielsen, para albergar la Biblioteca Nacional y los Archivos Nacionales. La fachada está decorada con crestas con los nombres de figuras literarias. Originalmente se construiría con dolerita, como la casa del parlamento, y con un techo de cobre, pero se consideró que era demasiado costoso, por lo que el edificio se construyó en concreto con techo de hierro. Fue en ese momento uno de los edificios más grandes y finos del país.
Dimos unos pocos pasos y llegamos a un pequeño edificio, más parecido a una casa grande, llamado Stjórnarráðshúsið. Stjórnarráðshúsið es la Oficina oficial del Primer Ministro y se ha utilizado como tal desde 1904. Está localizado en el centro de Reykjavik, y sin verjas o seguridad visible, el sitio habla mucho de la atmósfera segura y tranquila de Islandia. Aunque se ha visto cubierto de papel de baño y con grafitis cuando las personas hacen actos de protesta cuando no están muy contentas con el mandatario. Frente a Stjórnarráðshúsið hay dos estatuas que son obra del escultor Einar Jónsson de los años 1915 y 1931. Una representa al rey Christian IX entregando la constitución en 1874, y la otra Hannes Hafstein, quien se convirtió en el primer ministro del país en 1904.
Tomamos varias fotos y caminamos apenas unas dos cuadras hasta llegar a Harpa que, aunque ya lo había visitado la noche anterior, quería verlo de día. El nombre completo de este edificio es Sala de Conciertos y Centro de Conferencias Harpa y es un diseño de la firma danesa de arquitectura Henning Architects, la firma islandesa de arquitectura Batteríið Architects y del artista danés-islandés Ólafur Elíasson. Es un edificio que todo fotógrafo amante de la arquitectura tiene que visitar, pues tiene unos diseños que no se ven en ningún otro edificio del mundo. Al entrar pude recorrer los tres niveles, aunque solo se puede visitar los espacios públicos, no las salas. En el primer nivel hay una tienda de recuerdos que en el momento que estaba allí, por ser finales de noviembre, estaba lleno de artículos de tema navideño.
Luego caminamos por la acera por varios minutos hasta llegar a la escultura Solfar o Sun Voyager, que al igual que Harpa, había visitado la noche anterior. Es un malentendido común que Sun Voyager es un barco vikingo. Es bastante comprensible que muchos turistas piensen esto cuando viajan a Islandia, la tierra de las sagas. No obstante, debe destacarse que esta no era la intención original. Es un barco de ensueño y una oda al sol. Intrínsecamente, contiene dentro de sí la promesa de un territorio sin descubrir, un sueño de esperanza, progreso y libertad. En 1986, la asociación del distrito de la parte oeste de la ciudad financió un concurso para una escultura al aire libre, para celebrar el 200 aniversario de Reykjavik. El Sun Voyager fue la pieza ganadora. Al ser de día había más personas tomando fotos en la escultura que la noche anterior, pero pudimos tomar nuestras fotos sin problema.
Cruzamos la carretera Sæbraut y comenzamos a recorrer la calle Frakkastígur la cual nos llevaría hasta la cima de la colina Skólavörðuholt donde se sitúa la iglesia Hallgrímskirkja. En ese caminar decidimos entrar a una heladería para comprar chocolate caliente. La heladería se llama Valdís y tiene cuatro establecimientos en el país, dos en Reykjavik, uno en Akureyri y otro en Hvolsvöllur. Ye había visto la heladería de Akureyri y me llamó la atención porque estaba pintada, al igual que la de Reykjavik, de unos colores bien llamativos. Aunque al Valdís de Akureyri no pude entrar porque estaba cerrado. En Valdís probé uno de los mejores chocolates calientes de la isla. Compré dos chocolates calientes y me costaron kr1000. Hacía mucho frío como para pedir un helado, pero se veían deliciosos.
Al salir de la heladería solo tuvimos que recorrer cuatro cuadras y ya estábamos frente a la iglesia luterana Hallgrímskirkja, la iglesia más grande de Islandia y atracción principal de la ciudad. El nombre de la iglesia es en honor al poeta y clérigo islandés Hallgrímur Pétursson. Esta vez la iglesia estaba abierta y pudimos darle una visita al interior. Comenzamos la visita subiendo hasta la cima de la torre de observación. Para poder subir a la torre tuve que pagar kr1000, pero la entrada a la iglesia es libre de costo. Un elevador nos llevó justo hasta donde se encuentra el reloj de la torre. En realidad, son cuatro relojes, uno a cada lado.
Luego subimos unas escaleras que nos llevó hasta el mirador. Desde allí tuvimos las mejores vistas de la Reykjavik. Pudimo ver la ciudad desde otra perspectiva, el Harpa se veía diminuto y por fin pudimos ver y ubicar el observatorio Perlan en la ciudad. También vimos la inmensidad de la bonita bahía que nos llevó la mirada hasta el Monte Esja al fondo. Hasta el Lago Tjörnin, que estaba completamente congelado, se veía con claridad desde el mirador
Después de tomar decenas de fotos bajamos a ver el interior de la iglesia. El techo de la iglesia es súper alto y está lleno de arcos. La arquitectura del interior de la iglesia es igual de impresionante que el exterior. La decoración es mínima, lo que la hace más bonita en mi opinión. En la entrada de la iglesia hay un gigantesco órgano de tubos diseñado y construido por el constructor de órganos alemán Johannes Klais de Bonn. Para que tengan una idea de la magnitud del órgano, tiene una altura de 15 metros (49 pies) y pesa 25 toneladas. Cuando estábamos caminando hacia la salida de la iglesia vimos unas velas encendidas, colocadas sobre arena. Decidimos Ricardo y yo encender una en honor a Maya y al colocarla en la arena le dibujé una huella de perro alrededor de la vela.
Dejamos la vela encendida y nos fuimos a recorrer la calle Skólavörðustígur, que comienza justo frente a la iglesia y está repleta de tiendas de recuerdos. El final de la calle está pintado con la bandera del arcoíris en honor a la comunidad LGBTQ+. Allí había varias personas tomándose foto y yo aproveché para hacer lo propio. Seguimos caminando hasta que regresar a la plaza Ingólfstorg. Y fue ahí donde por fin probé un hot dog islandés en Pylsuhúsið. El hot dog con el refreso tuvo un costo de kr770 y estaba bueno, mejor que los que he comido en los puestos de hot dog de Estados Unidos.
Faltaban tres horas para nuestra visita a Blue Lagoon, así que nos fuimos al hotel a descansar un par de horas. Nuestra reservación para Blue Lagoon era a las 6pm, así que a las 5pm salimos del hotel porque la laguna nos quedaba a unos 45 minutos de distancia. Esa reservación la hicimos con un mes de anticipación y escogimos ese horario porque habíamos leído que durante el día la famosa laguna de aguas termales suele estar sumamente llena y fue todo un acierto. La entrada nos había costado 75€ e incluyó el uso de los lockers, una bebida y un facial.
La laguna es artificial. El agua es un subproducto de la planta de energía geotérmica Svartsengi que se encuentra muy cerca, donde el agua sobrecalentada se ventila desde el suelo cerca de un flujo de lava y se utiliza para hacer funcionar turbinas que generan electricidad. Después de pasar por las turbinas, el vapor y el agua caliente pasan a través de un intercambiador de calor para proporcionar calor al sistema municipal de calentamiento de agua. Luego la laguna se alimenta de esa agua. Nosotros estuvimos en la laguna por una hora y media recorriéndola completa, nos metimos debajo de la cascada, fuimos a la sauna, al bar a recoger la bebida gratis y al área de los faciales de sílica para que nos dieran el facial gratis.
Salimos de la laguna “rejuvenecidos” y hambrientos. Decidimos cenar tan pronto llegáramos al centro de Reykjavik. De camino a la ciudad vimos la última aurora boreal del viaje, inmensa y hermosa como las anteriores. No la retraté porque estaba conduciendo en un expreso y no vi un área segura para estacionarme. Buscamos un lugar donde comer utilizando la aplicación FourSquare y encontramos un restaurante de mariscos llamado Sjávargrillið y decidimos ir a cenar allí. Fue todo un acierto, y a pesar de que estaba un poco lleno, nos dieron una mesa relativamente rápido. El ambiente, la decoración, el menú, todo me encantó. Esa última noche en Islandia cené filete de bacalao con jamón, queso mozarela y tomate, y estaba exquisito. Pagué kr5080 pero cada corona islandesa valió la pena, totalmente recomendado el restaurante.
Y así culminamos el penúltimo día en Islandia, ya el viaje llegaba casi a su fin, pero aun quedaban lugares por ver los cuales recorreríamos al día siguiente. Islandia había sido un país lleno de lugares impresionantes, y su capital no se quedó atrás.
El itinerario completo del viaje a Islandia lo puedes encontrar AQUÍ.
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